El dengue es una enfermedad transmitida por un virus de la familia de los flavivirus, el llamado virus del dengue (DENV). Hay cuatro serotipos: DENV-1, DENV-2, DENV-3 o DENV-4, por lo que una persona puede infectarse hasta cuatro veces a lo largo de su vida. La transmisión del dengue ocurre a través de la picadura de un mosquito de la especie Aedes, pero también puede transmitirse de madre a hijo. En raras ocasiones puede llegar a transmitirse por medio de una transfusión sanguínea, transplante de órganos o pinchazo con una aguja infectada. Los síntomas pueden ser de leves a graves, llegando a requerir hospitalización o incluso causar la muerte en cuestión de horas. Los síntomas más habituales son fiebre, náuseas, vómitos, sarpullido, molestia y dolores. En los casos más graves, lo de la fiebre hemorrágica del dengue y el síndrome del shock de dengue (DHF/DSS), puede causar shock y hemorragia interna. Sobre su tratamiento, no existe ningún medicamento específico y, como prevención, se recomienda el evitar zonas endémicas, protejerse de las picaduras de los mosquitos y la vacunación. El diagnóstico del dengue se realiza mediante detección de elementos del virus o de componentes inmunitarios de origen humano producidos en respuesta al virus. La detección temprana de la enfermedad reduce las tasas de mortalidad del dengue grave por debajo del 1%.
El dengue se encuentra en en climas tropicales y subtropicales de todo el mundo. La incidencia global del dengue ha crecido dramáticamente en las últimas décadas. Casi la mitad de la población a nivel mundial vive en áreas con riesgo de dengue. Cada año, ocurren alrededor de 400 millones de infecciones, 100 millones llegan a enfermar, y 40 mil mueren por dengue grave.
Enfermedad infecciosa en humanos.
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